Post Carbon Institute presenta El viaje definitivo de la montaña rusa Una breve historia de los combustibles fósiles Todo empezó con el Big Bang... espera, no hace falta volver tan atrás. La Tierra se creó hace 4500 millones de años... aún demasiado atrás. A ver ahora: estamos en la edad Media. En Gran Bretaña se ha acabado la leña así que se empieza a quemar carbón, pero ya no queda en el suelo. Entonces los mineros excavaron hondo, y encontraron minas de carbón, pero estaban llenas de agua. Thomas Newcomen inventó una máquina de vapor con la que, quemando carbón, podía bombear el agua para que los mineros pudieran seguir excavando. James Watt le encontró otros usos prácticos. Ahora ya tenemos los ingredientes para la revolución industrial: Combustibles fósiles y una forma de hacerlos funcionar. Se desencadena el infierno. Los mineros encuentran problemas para transportar el carbón. Los raíles lo facilitan. Si combinamos raíles y una máquina de vapor tenemos el ferrocarríl. Michael Faraday crea el primer motor eléctrico. Nikola Tesla inventa la corriente alterna. Poco después las empresas públicas empiezan a utilizar carbón para generar electricidad. Mientras tanto, Edwin Drake excava el primer pozo de petroleo en Pensilvania. Y Karl Benz construye el primer coche con motor de combustión con petroleo. El alquitrán y el petroleo se transforman en químicos industriales y en medicinas que alargan la vida, la población sigue aumentando. Los hermanos Wright realizan el primer vuelo a motor. Fritz Haber y Carl Bosch crean fertilizante desde combustibles fósiles. El aumento de la producción de comida traído por los fertilizantes y los tractores motorizados alimenta a más personas. La Primera Guerra Mundial es el primer conflicto en el que se usan combustibles fósiles y después viene la Segunda Guerra Mundial, con sus misiles teledirigidos y la bomba atómica. Entre ellas, está la Gran Depresión, causada parcialmente por la superproducción: Las cadenas de montaje producían más rápido de lo que la gente necesitaba productos nuevos. Los publicistas inventaron entonces el consumismo para absorber el exceso de producción. En los 50 los publicistas usan la televisión para atraer a las nuevas generaciones de consumidores. En los 70 hay una crisis petrolífera, todo el mundo se da cuenta de cuánto dependemos del petroleo. Con esta crisis energética nace el movimiento ecologista. Pero el precio del petroleo vuelve a caer, así que volvemos a olvidarnos de la crisis energética. El Mercado y la economía planificada se enfrentan. Gana el Mercado. ¡Adiós al malvado imperio soviético! Los políticos deciden que el Mercado lo solucionará todo. Llegan los ordenadores. La globalización se fortalece cuando el Mercado descubre que la mano de obra es más barata en China. De repente todo el mundo tiene teléfono móvil pero la producción petrolífera mundial se reduce. China está quemando la mitad de la producción mundial de carbón en hacer productos para exportarlos. Pero ¿de dónde sacará China más carbón y más petroleo para alimentar el crecimiento? Hay problemas ambientales por todas partes. Los niveles crecientes de CO2 conducen a olas de calor nunca vistas, inundaciones, océanos que se acidifican. El subsuelo disminuye 25000 millones de toneladas al año debido a la agricultura industrial. Bosques milenarios desaparecen. Especies se extinguen mil veces más rápido de lo normal. El agua dulce escasea o está contaminada. Las compañías petrolíferas taladran en alta mar porque no queda petroleo fácil de conseguir, pero una de las plataformas de agua profunda explota y contamina el Golfo de México. Las empresas se trasladan a países contaminantes donde la mano de obra es barata, mientras que Estados Unidos se convierten en un casino: el sector financiero representa el 40% de la economía. Pero Wall Street está endeudada. La banca falla, aumenta el desempleo, el crédito se evapora. La economía está al borde del colapso. Vale, volvamos al presente. Es sorprendente lo lejos que hemos llegado en 200 años, sólo han pasado tres generaciones desde el inicio de la era industrial hasta hoy. Pero ¿a dónde vamos? No podemos seguir duplicando la población. No podemos seguir expulsando carbono a la atmósfera. No podemos seguir arruinando el subsuelo. No podemos seguir haciendo que crezca el consumo y la población ni basar nuestra economía en mermar los combustibles fósiles. No podemos acuñar más dinero para resolver la crisis financiera. Ha sido un viaje excitante, pero ha llegado al final. No, no es el fin del mundo, pero tenemos que hacer cuatro cosas rápidamente: Aprender a vivir sin combustible fósil. Adaptarnos al final del crecimiento económico como lo conocíamos hasta ahora. Mantener a 7000 millones de personas y estabilizar la población mundial a un nivel sostenible y todo esto con nuestra herencia de destrucción ambiental. Resumiendo: tenemos que empezar a vivir con los recursos renovables de la Tierra, manteniéndonos al paso de la regeneración natural. ¿Podemos hacerlo? ¡No tenemos elección! Las fuentes de energía alternativas son importantes pero ahora mismo ninguna puede sustituir totalmente al combustible fósil. Además, hemos pensado y construido nuestras infraestructuras para el transporte, la electricidad, la agricultura basándonos en el petroleo, el carbón y el gas. Cambiar de fuentes de energía conllevará rediseñar las ciudades, procesos industriales, sistemas sanitarios y otras muchas cosas. También tendremos que cambiar algunos de nuestros valores culturales. Ninguno de nuestros problemas globales puede afrontarse individualmente y algunos ni siquiera se pueden resolver. Debemos prepararnos para afrontar los negocios de maneras diferentes: Nuestra máxima meta es la resistencia, desarrollar la capacidad de absorber golpes y continuar avanzando. Si no cambiamos nada, aún podemos tener un futuro "post carbón" pero será lúgubre. Sin embargo, si planeamos la transición, podemos vivir en un mundo que favorezca comunidades sólidas de personas sanas y creativas y ecosistemas con millones de especies diferentes. De un modo u otro, va a ser un viaje irrepetible. Entiende el problema y únete. ¡Manos a la obra!